Romper aguas significa que la membrana del saco amniótico en la que se encuentra el bebé se ha roto. Si el embarazo está a término, esta rotura es uno de los síntomas más espectaculares de que el bebé está a punto de nacer.
La función del líquido amniótico es proporcionar un entorno seguro y cómodo al feto, permitiendo su movimiento, amortiguando los estímulos del exterior y manteniendo su temperatura constante.
Una vez se rompe la bolsa, el líquido amniótico que recubre al bebé se elimina por la vagina; si es claro hay que acudir al hospital pero sin carácter de urgencia (máximo una hora). Si fuera verde oscuro y espeso acompañado de un intenso dolor abdominal nos apresuraríamos a acudir a urgencias pero sin asustarnos. Ese líquido teñido no significa que haya sufrimiento fetal. El ginecólogo o la matrona escucharán el latido del bebé y realizarán pruebas para determinar por qué ha sucedido. En muchos casos el parto continúa y en otros se decide optar por una cesárea.
La mayoría de las mujeres que rompen aguas suelen tener contracciones regulares antes de ese momento. Si tras la ruptura de la bolsa, las contracciones no aparecen por sí solas en las horas posteriores, probablemente el médico inducirá el parto puesto que el bebé tiene más riesgo de infección al no estar ya protegido por el líquido amniótico.
Generalmente el saco amniótico suele romperse en el proceso de parto durante las contracciones.
El diario del bebé