El Diario del Bebé.
Los niños nacidos de madres que se expusieron a unos niveles altos de contaminación atmosférica a finales del embarazo podrían tener un mayor riesgo de contraer autismo, sugiere un estudio de EE. UU.
Los investigadores hallaron que de casi 1,800 mujeres de EE. UU. que dieron a luz entre 1990 y 2002, las más expuestas al aire contaminado durante el embarazo tenían el doble de probabilidades de tener un bebé que luego contrajera autismo. Y la exposición específicamente durante el tercer trimestre mostró la correlación más firme con el autismo.
Los expertos dijeron que los hallazgos, publicados el 18 de diciembre en la edición en línea de la revista Environmental Health Perspectives, amplían la evidencia de que la contaminación atmosférica podría contribuir al autismo.
"Esto refuerza nuestra confianza sobre que la contaminación atmosférica es un factor de riesgo", apuntó Michael Rosanoff, director de investigación en salud pública de Autism Speaks, un grupo de defensoría.
Rosanoff, que no participó en el estudio, enfatizó que las personas deben mantener las probabilidades en perspectiva. Un aumento del doble en un riesgo bajo sigue siendo un riesgo bajo.
Además, es importante anotar que aunque el estudio encontró una asociación entre la exposición a la contaminación atmosférica en el embarazo y el riesgo de autismo, el estudio no prueba que la exposición al smog provocara autismo.
Aún así, los hallazgos son importantes porque apuntan a un factor de riesgo del autismo que se puede modificar, planteó Rosanoff.
Varios estudios han encontrado una correlación entre la exposición a la contaminación atmosférica durante el embarazo y un mayor riesgo de trastornos del espectro autista (TEA), un conjunto de trastornos del desarrollo que afectan la capacidad de un niño de comunicarse y socializarse.
Ahora los nuevos hallazgos añaden piezas clave al panorama general, según el investigador principal, Marc Weisskopf, profesor asociado de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en Boston.
Weisskopf afirmó que "lo más importante es que estamos encontrando que la asociación es específica al embarazo, en particular al tercer trimestre".
Su equipo no encontró ningún vínculo estadístico entre el riesgo de autismo y la exposición de las madres al aire contaminado antes o después del embarazo.
"Eso ayuda a descartar muchos otros factores que podrían explicar la asociación", anotó Weisskopf.
Anotó que, por ejemplo, se podría plantear que la exposición al aire contaminado es solo un marcador de unos ingresos más bajos y un nivel menor de atención prenatal, lo que podría ser el factor de riesgo "real". Pero si fuera así, señaló Weisskopf, la exposición a la contaminación antes y después del embarazo debería también vincularse con el riesgo de autismo.
Rosanoff se mostró de acuerdo en que precisar el tercer trimestre como un "periodo crítico" ayuda a fortalecer la idea de que la contaminación atmosférica en sí contribuye al autismo en algunos casos.
Pero el motivo exacto no está claro.
"Durante las distintas etapas del embarazo ocurren eventos distintos en el desarrollo cerebral", dijo Weisskopf. "En el tercer trimestre hay mucho crecimiento y migración neuronales en el cerebro".
Pero, apuntó, se necesita más investigación para comprender la forma en que la contaminación atmosférica con partículas finas podría afectar al cerebro del feto.
Los hallazgos se basan en 245 niños con TEA y más de 1,500 niños sin trastornos del espectro autista. Las madres de todos los niños participaban en un estudio de salud a largo plazo sobre enfermeras de EE. UU. El equipo de Weisskopf utilizó datos sobre la calidad del aire de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EE. UU. para calcular los niveles mensuales de contaminación en el vecindario de cada mujer antes, durante y después del embarazo.
Los investigadores hallaron que un tipo particular de contaminación atmosférica (la contaminación de partículas finas) se vinculaba con el riesgo de trastornos del espectro autista. Esas partículas finas llegan al aire cuando se queman combustibles fósiles. El humo de los coches, quemar madera y las fuentes industriales, como las plantas eléctricas, contribuyen, según la EPA. Bajo techo, utilizar velas o chimeneas puede producir contaminación de partículas finas.
Weisskopf enfatizó que aunque la contaminación atmosférica se vinculaba con un riesgo relativamente más alto de TEA, el riesgo absoluto de una mujer en particular expuesta durante el embarazo podía ser muy bajo.
"No sabemos qué parte del riesgo de autismo explica esto", dijo Weisskopf. "Podría ser muy pequeño".
Además, dijo Rosanoff, los trastornos del espectro autista son trastornos complejos que surgen de una combinación de predisposición genética y muchos factores de riesgo ambientales que todavía no se comprenden del todo.
"No hay un factor ambiental único que lleve al autismo", afirmó Rosanoff.
Los trastornos del espectro autista varían mucho respecto a su gravedad, desde problemas más leves con la interacción social hasta los casos "clásicos" de autismo, en que los niños hablan poco o nada, y se enfocan de forma obsesiva en unas pocas conductas repetitivas. Y los expertos creen que distintas combinaciones de factores de riesgo conducen a casos individuales de TEA, según Autism Speaks.
Weisskopf dijo que, por ahora, las mujeres embarazadas pueden tomar medidas para evitar el aire contaminado, como evitar caminar cerca de carreteras transitadas. La EPA sugiere revisar en línea el índice de calidad del aire de su área local, y permanecer en interiores los días con un aire de mala calidad.
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