El Diario del Bebé.
La piel del recién nacido es muy delicada, fina y casi transparente, lo que hace que las venas y los capilares sean visibles a través de ella, hasta que con el aumento de peso del bebé la piel vaya ganando grasa.
Por lo general, tendemos a imaginar al recién nacido con un tono de piel similar a la del adulto. Desde el momento de su nacimiento, la piel del bebé irá sufriendo variaciones, hasta que llegue a estabilizarse.
Realmente, el recién nacido suele presentar un color rojo amoratado y estar cubierto de una sustancia blanquecina, la vérnix, una capa de grasa que le ha protegido durante estos meses y que desaparecerá en unos días. En caso de nacimiento por cesárea el bebé presentará un tono sonrosado, ya que no ha tenido que hacer el esfuerzo de atravesar el canal de parto.
Durante las horas siguientes, el tono amoratado dará lugar al tradicional tono rosado. Como la circulación sanguínea no está bien establecida, puede ser que manos y pies presenten el mismo tono amoratado. Si en 24 horas no ha desaparecido, lo comentaremos con el pediatra.
Con el transcurso de los días, la piel del bebé puede sufrir otras variaciones que pueden alarmarnos, pero en la mayoría de los casos en principio no revisten gravedad:
Piel amarillenta o ictericia del recién nacido: Es la acumulación de la bilirrubina en la sangre. Por lo general, el pediatra nos aconsejará exponer al niño a la luz del sol durante un tiempo determinado. No es necesario que le dé en todo el cuerpo, sino que suele ser suficiente con exponer una zona, por ejemplo la manita o el pie.
Enrojecimiento: Su piel se enrojecerá al llorar, hacer un esfuerzo o estar mucho tiempo tumbado sin cambiar de postura.
Labios y uñas amoratados: El bebé tiene frío, le abrigaremos y protegeremos de las corrientes de aire.
Palidez grisácea extrema: Acudiremos al servicio de urgencias inmediatamente, pues suele ser indicativo de infección.
LAS MARCAS DE NACIMIENTO
Los papás primerizos pueden preocuparse al detectar alguna mancha o pequeña marca en la piel del recién nacido. Suele tratarse de marcas de nacimiento muy comunes que aparecen por causas no siempre conocidas y en las que intervienen factores genéticos o hereditarios.
Por lo general, no precisan tratamiento pero es conveniente que, para salir de dudas, lo comentemos con el pediatra, especialmente si crecen o cambian de color.
Las más comunes son las manchas salmón (o 'picotazos de cigüeña’), las manchas mongólicas (a pesar del nombre no son señal de enfermedad), manchas café con leche, manchas vino de Oporto, angiomas en fresa, hiperplasia sebácea (puntitos similares a cabezas de alfiler), quistes millium (bultitos blancos o amarillentos) o lunares (nevus).
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