Los colores influyen en nuestro estado de ánimo, por eso es muy importante tenerlos en cuenta a la hora de decorar la habitación de nuestro hijo, elegir su ropa o sus muñecos. Sin embargo, esto no significa que sean los únicos responsables de un estado emocional.
Como el recién nacido no distingue los colores, durante sus primeras semana de vida podemos estimular su visión mostrándole el contraste entre blanco y negro. Más adelante comenzará a seguir los colores muy contrastados en objetos grandes para, posteriormente, seguir colores menos contrastados en objetos más pequeños.
A partir de los seis meses, el bebé comienza a reconocerlos. Los tonos vivos son los que captan más su atención, por ello se recomienda combinarlos con tonalidades más tenues y evitar así un exceso de estímulos. Cada momento del día requiere de unas necesidades y, según cuáles sean, la utilización de un color será más apropiada que otro.
QUÉ LE TRANSMITEN LOS COLORES
Según los expertos en cromoterapia, cada color va asociado a unas sensaciones.
Rojo: agudiza los sentidos del olfato y el gusto. Al bebé le suelen resultar atractivos los alimentos de este color. Si queremos despertar su apetito, podemos probar utilizando un plato, un individual o un cubierto en este color. Sin embargo, no es el tono más recomendable para niños muy nerviosos.
Naranja: los colores cálidos como el naranja, el rosa y el salmón, rosa incitan a la actividad. Unos toques de estos colores en un dormitorio poco luminoso animarán al bebé a moverse.
Amarillo: estimula el cerebro y favorece la concentración, siendo el color que más tarda en desaparecer de la retina. Con un detalle en este color será suficiente.
Verde: es junto con el azul uno de los colores predominantes en el planeta. En sus tonos más suaves se asocia a la tranquilidad y el equilibrio.
Azul: pertenece a la gama de los colores fríos junto con el celeste, turquesa y violeta. Un azul suave transmite armonía y tranquilidad, por ello las sábanas de este color suelen asociarse a la relajación y la calma. En una habitación muy luminosa, el azul contrarrestará la tendencia a la actividad que produce el sol.
Mucha variedad de colores descentra y altera, la monocromía aburre y entristece. Por lo tanto, el secreto está en combinarlos, por ejemplo con el blanco que proporciona bienestar y alegría. Una posible idea es utilizar en un dormitorio un color base como el blanco o el crudo, e ir modificando detalles como las cortinas o los cojines con el paso del tiempo, en un tono más suave cuando sea bebé y otro más estimulante según vaya creciendo.
EL NIÑO Y EL CONCEPTO DE COLOR
El niño desarrolla la comprensión de conceptos abstractos difíciles a través de la experiencia y de familiarizarse con los mismos. Entre los dos y los cuatro años, interioriza el concepto color, haciendo posible que distinga y nombre muchos de ellos. Antes de este proceso puede sorprendernos nombrando los colores, pero sin entender realmente su significado.
Sólo a través de la experiencia en una extensa gama de objetos, empezará gradualmente a desarrollar el entendimiento de un color en concreto. Los objetos pueden variar en forma, tamaño, olor, tacto, suavidad, dureza y esto resultará una dificultad añadida.
Más adelante, podrá irse centrando en el aspecto particular al que nos referimos cuando hablamos del color de alguna cosa. Es esencial favorecer el proceso utilizando los nombres de los colores siempre que nos sea posible; de esta manera el niño prestará atención a ese aspecto de las propiedades de un objeto reforzando el aprendizaje de todos los colores. Los juegos de agrupar los objetos por colores, preferiblemente colores básicos, son un buen principio para ayudarle a aprender este concepto.
El diario del bebé