El Diario del Bebé.
La regurgitación es la devolución suave los contenidos estomacales hacia arriba y fuera de la boca de los bebés, acompañada, en ocasiones, de un eructo; y no debe confundirse con el vómito.
Tiene numerosas causas, por ejemplo, el músculo en la parte superior del estómago puede estar flojo o, bien, la válvula que se encuentra en el fondo podría estar demasiado apretada. Asimismo, es posible que tenga grandes burbujas de aire que ocupen mucho espacio o, simplemente, que tu hijo beba muy rápido.
Aunque se puede prolongar por más tiempo, en promedio, alcanza su pico máximo a los 4 meses y desaparece, aproximadamente, a los 7.
Para reducir la regurgitación hay varias cosas que puedes hacer. En primera instancia, sácale los gases a tu bebé varias veces durante y después de la alimentación.
Manténlo erguido con la mano sosteniéndole la cabeza y deja que se incline un poco, flexionándose en la cintura. La postura erguida mueve el aire hacia la parte superior del estómago, mientras que la inclinación hacia adelante ejerce un poco de presión para impulsarlo, favoreciendo que el bebé eructe.
Después de alimentarlo, sostenlo de 15 a 30 minutos de forma erguida.
Es importante que evites la presión sobre el abdomen que ocurre, por ejemplo, cuando cargas al niño sobre el hombro, pues esto sólo causa una mayor expulsión de los contenidos estomacales.
Si alimentas a tu hijo con biberón, asegúrate que la tetina no tenga un orificio demasiado grande.
Evita el movimiento excesivo, así como sacudir a tu hijo inmediatamente después de alimentarlo.
Intenta dejar su cabeza ligeramente elevada al momento de acostarlo.
Comenta con el pediatra esta situación para que te indique si es necesario que tomes alguna medida específica; asimismo, para que descarte otros problemas, acude con el médico si el bebé sufre una regurgitación “explosiva”, es decir, si sale disparada a través del cuarto.
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