En verano es habitual oír hablar de lo importante que es la protección frente al sol, sobre todo en niños y bebés por ser los más vulnerables frente a sus efectos negativos (insolación, golpe de calor, quemaduras solares). Por ello siempre, y en especial en esta época, se insiste en la importancia de tomar las medidas necesarias para prevenirlos.
Para proteger al bebé del sol, le mantendremos debajo de una sombrilla, con ropa transpirable, sombrero y crema protectora (en menores de seis meses no deben aplicarse filtros solares). Evitaremos exponerle al sol siempre que sea posible, especialmente en las horas comprendidas entre las 12 de la mañana y las 5 de la tarde. A fin de combatir la deshidratación, ofreceremos líquidos al niño y pecho a demanda o biberón, al lactante.
Pero el sol también tiene aspectos positivos. En los más pequeños, ayuda a sintetizar la vitamina D, responsable de fijar el calcio en los huesos favoreciendo su crecimiento. Es suficiente una exposición indirecta de veinte minutos para notar sus efectos.
La piel también se beneficia de los rayos solares ya que resulta fortalecida frente a las agresiones externas; además, suelen mejorar las afecciones típicas de la infancia como la dermatitis atópica.
El estado de ánimo también resulta beneficiado de la luz solar ya que ésta estimula la producción de melatonina y serotonina, conocidas como "hormonas del bienestar".
El diario del bebé