Durante la gestación, el bebé reacciona con movimientos corporales a una gran variedad de sonidos y ruidos externos. Cuando nace, el oído ya está formado y nuestro hijo puede oír, pero debemos estar pendientes de su evolución por si hubiera algún problema auditivo.
Antes de salir de la maternidad, al recién nacido se le suele hacer las pruebas de otoemisiones acústicas. Aunque su resultado sea normal, muchas padres tienen la duda de si el niño oye bien.
Para quedarnos más tranquilos, hay una serie de pruebas que podemos realizar en casa.
Hasta los tres meses, bastará con comprobar si se sobresalta ante un ruido inesperado o si reacciona ante nuestra voz.
A partir de ese momento, bastará con observar si le gustan los sonajeros y juguetes musicales, si deja de hacer algo para escucharnos, si busca con la mirada sonidos que no están a la vista o si nos sonríe cuando le hablamos.
Ante cualquier duda, acudiremos al pediatra quien, si lo cree conveniente, tras examinarle le remitirá a un otorrino infantil.
En caso de déficit auditivo, diagnosticar el problema antes de los seis meses es vital ya que podrá tratarse, no influirá en su desarrollo del lenguaje y llevará una vida normal.
El diario del bebé