El Diario del Bebé.
Un equipo internacional de investigadores integrado por expertos de las universidades de Tubinga, Lovaina y Luxemburgo ha hecho un gran avance al demostrar la existencia de un mecanismo hasta ahora desconocido implicado en la forma más frecuente de ataques epilépticos febriles en los niños pequeños.
El estudio, publicado en la revista médica 'Nature Genetics', muestra que las mutaciones en el gen STX1B son responsables de las reacciones patológicas de los niños a la fiebre. Estas mutaciones genéticas conducen a una alteración de la regulación de la liberación de ciertas sustancias mensajeras de las células nerviosas. La consecuencia de esto es un aumento de las descargas eléctricas involuntarias en el cerebro, acompañado por convulsiones febriles epilépticas.
A la larga, las alteraciones genéticas recién descubiertas también pueden ser el origen de la epilepsia grave y la discapacidad mental. Tras este descubrimiento, los científicos esperan desarrollar nuevas formas de terapia sobre la base de sus descubrimientos.
Las convulsiones febriles son una de las complicaciones más temidas de las enfermedades infecciosas en los niños pequeños, afectan a alrededor del 2 al 4 por ciento de los niños en todo el mundo. Suelen darse entre los tres meses y los cinco años de edad, y pueden incluso aparecer en la hipertermia leve.
Lo que aparentemente es aún más decisivo que el nivel de fiebre, es la velocidad con la que se eleva la fiebre. "Esto explica por qué los niños pueden experimentar una convulsión febril, incluso antes de que los padres se hayan dado cuenta de que el niño está enfermo", ha señalado el profesor Holger Lerche, MD, director del Instituto Hertie de Investigación Clínica del cerebro (HIH) y director médico del Departamento de Neurología y Epilepsia de la Universidad de Tubinga.
Lógicamente, los padres se preocupan cuando un niño pequeño muestra una tendencia a padecer convulsiones febriles. Sin embargo, las perspectivas en la mayoría de los casos son buenas, ya que por lo general los ataques desaparecen durante la edad escolar, y solo en raras ocasiones se mantienen secuelas.
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