Transmitir desde pequeños a los niños la cultura del buen trato, tanto en el entorno familiar como en el escolar, es clave para lograr construir una sociedad exenta de violencia. Según diversos estudios realizados sobre el desarrollo humano, los más pequeños necesitan percibir que sus padres les dedican atención, afecto y reconocimiento, con independencia de las circunstancias personales y familiares por las que atraviesan los adultos.
Estas conclusiones se desprenden de la 'Guía Práctica del Buen Trato al Niño', dirigida a todas aquellas personas implicadas en su trato y protección, y que ha sido elaborada por la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), la Asociación Española de Pediatría (AEP), la Asociación Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil (APIMM), la Fundación Prandi de Pediatría Extrahospitalaria, la Sociedad de Pediatría de Madrid y Castilla-La Mancha, y la Sociedad Española de Pediatría Social (SEPS), con el patrocinio de Heel España.
"Los hijos suelen aprender a desarrollar comportamientos a través de la observación e imitación de las conductas de sus padres. Por ello, es conveniente asesorar a estos últimos sobre estrategias verbales, gestuales y paraverbales (tonos, formas o ritmos) que les ayuden a comunicarse asertivamente con sus hijos", ha explicado el doctor de la Unidad de Pediatría Social del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid y coordinador de la Guía, Jesús García Pérez.
Los niños necesitan que sus padres les vayan orientando desde pequeños a aprender a respetar las normas establecidas en el hogar, en los centros escolares y en la sociedad. "Es la mejor forma para adaptarse progresivamente a las exigencias que demanda la convivencia", ha señalado el experto.
Por estos motivos, la realización conjunta de tareas en el hogar permite a los hijos disfrutar de la compañía de sus padres mientras llevan a cabo una obligación, y sentirse útiles y aceptados por su aportación a la vez que más autónomos y competentes.
"Los hijos van adquiriendo competencias personales en distintos grados según su edad y su ritmo de desarrollo. En cada etapa evolutiva, los niños tienden a tener unas necesidades y a desarrollar unas competencias y comportamientos comunes", han destacado pediatras de SEPEAP.
De esta manera, y conociendo las características del comportamiento de los hijos según la edad, los padres pueden ir ajustando sus niveles de exigencia y de implicación con ellos, de tal forma que se contribuye a mejorar el respeto mutuo entre padres e hijos y la responsabilidad de los menores para ir asumiendo progresivamente tareas proporcionadas a su edad, tanto fuera como dentro del entorno familiar.
EL ÁMBITO ESCOLAR
Para favorecer el desarrollo evolutivo del niño también es necesario que se regulen las emociones, inquietudes, tensiones o conflictos familiares, a fin de encontrar respuestas adecuadas y respetuosas a la situación planteada y a las necesidades de las personas implicadas.
Es importante fomentar en los hijos la aceptación de sí mismos, tanto en lo que respecta a sus potencialidades como a sus limitaciones, para que puedan configurar patrones de pensamiento y de conducta cooperativos tanto en el ámbito familiar como escolar y social.
Respecto al ámbito escolar y al aprendizaje cooperativo, los especialistas han destacado la necesidad de que se favorezca también un buen trato y de que el bienestar físico y emocional del alumnado sea el centro de las prioridades del profesorado y demás personal educativo.
Además, es primordial que se den unos criterios que permitan el aprendizaje del niño ya que desarrolla habilidades personales necesarias para vivir en sociedad; contribuye a que el alumnado perciba el aula como un lugar donde existe seguridad emocional, se permite el error, se puede ayudar y pedir ayuda; y, a su vez, potencia el desarrollo de capacidades y potencialidades intelectuales que requieren de la interacción entre personas.
De igual forma, crear este ambiente favorece la aceptación de las diferencias y facilita la atención a la diversidad haciendo posible el avance hacia una escuela cada vez más inclusiva en la que todo el alumnado participa y puede progresar de acuerdo con sus capacidades; reduce la ansiedad que produce un aprendizaje exclusivamente individualizado; mejora la motivación por el estudio e incrementa la autonomía personal; y facilita el establecimiento de relaciones mucho más positivas entre el alumnado.
El diario del bebé