Con el otoño empieza una época de cambios bruscos de temperatura que propician que el bebé sufra resfriados y otros problemas respiratorios. En estos casos, es probable que el pediatra recomiende el uso de un humidificador para aumentar el nivel de humedad del aire. Esta recomendación también dependerá del clima de la zona en la que vivimos.
La falta de humedad del aire reseca las vías nasales del bebé causando deshidratación. Cuando las delicadas capas de las membranas mucosas se resecan y se engrosan, la mucosidad deja de funcionar como debería, pudiendo debilitar el sistema de defensa respiratorio.
Por otro lado, la humedad es beneficiosa en otros aspectos, ya que puede evitar que la mucosidad se convierta en una costrita dentro y fuera de la nariz, a la vez que alivia la sequedad de garganta y la piel que sufre picores. El clima frío y seco que obliga al uso de la calefacción, suele ser el recomendado para el uso de estos aparatos.
Diferenciamos entre dos tipos de humidificadores:
PRECAUCIONES DE USO
El humidificador es un aparato eléctrico que también contiene agua, con lo que hay que proceder con la máxima precaución posible a fin de evitar situaciones de riesgo.
Es imprescindible realizar una limpieza y desinfección exhaustivas con regularidad, de tal manera que evitemos el crecimiento de mohos y bacterias en su interior.
Sólo lo utilizaremos en caso necesario. A la hora de llenarlo, lo haremos siempre con agua limpia. Antes de encenderlo comprobaremos que la cantidad de agua es suficiente y lo vaciaremos siempre cuando dejemos de utilizarlo. Hay modelos que incluyen el paro automático cuando detectan que el nivel de agua es insuficiente.
No conviene colocar el humidificador muy cerca de la cuna del bebé cuando esté funcionando. Cuando sea mayor, lo colocaremos siempre fuera de su alcance.
El diario del bebé