El aporte de glucosa es fundamental para el desarrollo del niño por lo que deberá estar presente en su dieta. Dulces y chucherías son alimentos calóricos, con mucha grasa en el caso de la bollería, y sin valor nutricional así que no hay que abusar de ellos. Además del riesgo de caries y trastornos digestivos, está el de atragantamiento. Enseñarles a chuparlas despacio nos evitará un buen susto.
La fruta aporta la glucosa necesaria así que la incluiremos en su dieta. Al ser llamativa y dulce resultará fácil fomentar su ingesta, pero hay que mantener el interés y no considerarla como un postre aburrido pues el niño lo percibiría así. Picada con yogur, con queso fresco, haciendo figuritas o en forma de polos caseros, son algunas de las ideas que podemos aplicar para aumentar su atractivo.
Como en todo, hay que predicar con el ejemplo. La imitación es para el niño una vía de aprendizaje básica. Tomar fruta después de la comida, como tentempié o en zumo son hábitos saludables.
La prohibición puede volver a los dulces más atractivos, por ello moderaremos su consumo. Utilizar la comida como premio o castigo no es recomendable, ya que habría alimentos con connotaciones negativas (verdura). Además podría volverse en nuestra contra (“si no me das esto, no como”). Serán los propios padres quienes se las darán a sus hijos cuando lo consideren oportuno, como en ocasiones especiales.
Lo ideal será intentar retrasar el momento de su primera chuchería. No podremos evitar que las tomen en la guardería u otros lugares, pero su repercusión será menor si tienen una buena alimentación porque el niño no tendrá la necesidad de picotear a menudo. Fuera de horario, las chucherías evitan que el niño coma la cantidad adecuada en las comidas principales.
Elaborar nuestros propios bizcochos y postres caseros nos asegurará que nuestros hijos toman menos aditivos y conservantes a la vez que pasamos un rato agradable y divertido cocinando junto a ellos.
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El diario del bebé
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