A partir del primer año de vida, es habitual ofrecer al bebé papel y ceras de colores para que empiece a iniciarse en el maravilloso mundo del dibujo. Lo ideal es que el papel sea de gran tamaño y las ceras lavables y adecuadas a su edad. Facilitarle una bata para sus momentos creativos nos hará relajarnos y no estar pendientes de su ropa.
El dibujo debe ser libre; aunque pintemos con él intentaremos no condicionar su creatividad. Para el niño es muy importante sentirse valorado así que le estimularemos y recordaremos felicitarle siempre por sus creaciones. Le hará mucha ilusión que coloquemos sus dibujos en la nevera o en un marco en su habitación.
ASÍ EVOLUCIONA
El pequeño comenzará agarrando fuertemente las ceras con el puño variando la presión ejercida en el trazo. Su primera intención no es la de representar algo, sino que le resulta agradable el movimiento al garabatear y observar el resultado de su acción.
En un principio, el bebé utiliza todo el brazo para realizar sus primeros trazos descontrolados e impulsivos en forma de rayones; posteriormente lo hará desde el codo y más tarde terminará por controlar el juego de muñeca y dedos.
A partir del año y medio, su garabato es más controlado: repite movimientos, distingue entre rayas y puntos, une y superpone motivos que ya no resultan tan aleatorios sino que tienen cierta intencionalidad.
Entre los dos y los tres años, el niño comienza a entender el concepto de simbolismo y disfruta representando figuras de la realidad que nos parecerán irreconocibles. El tamaño, la forma y el color (aunque los confunda) tienen importancia para él. Descubre la figura del círculo al realizar ovillos y diversas formas ovaladas.
A partir de los tres años ya sujeta el lápiz en posición de escritura y combina garabatos con creativos monigotes. ¡Ha nacido un artista!
*Si te ha resultado interesante este artículo, te animamos a seguirnos en Facebook y Twitter.
El diario del bebé